Los Mejores Restaurantes en Bogotá (2023)

En Bogotá hay muchos restaurantes, muchos muy buenos, es verdad. No alcanzaría la vida para visitarlos todos. Después de casi 10 años de recorrer restaurantes por todo el mundo, de comer en miles de mesas y rincones, de descubrir, probar y comprobar, puedo considerar estos lugares en Bogotá: LOS MEJORES… “restaurantes a donde siempre quiero regresar”. 

Prudencia

Carrera 2 no 11-34 

¿CÓMO ME HA PODIDO PASAR ESTO? IMPENSABLE, NO PUEDE SER VERDAD!

¿Uno de los mejores restaurantes del mundo me lo encontré en Bogotá? Empeño mi vida en eso si no es verdad: la ilusión de cualquier comelón o de cualquier buen recomendador.

Está escondido en la Candelaria! Una vieja casona cerca del Chorro de Quevedo que convirtieron en centro de misteriosos ahumados y corazón de la más hermosa y sentida cocina. No hay letrero afuera. Tienes que pararte en la carrera 2 frente al enorme portón de la 11-34 y tocar duro la manija para que alguien venga a abrirte: absoluto secretismo pa’rematar!

Su dueño, personalmente, atiende unas poquitas mesas, únicamente de jueves a domingo y solamente de 12 a 5pm. Quiere asegurarse que sea la mejor experiencia del mundo para ti, y’juepucha si lo logra con creces. Ahora, tu mesa no cambia: desde las 12 hasta las 5pm es solo para ti. Sí, Sí, Sí: que esta ha sido una de las experiencias más hermosas de mi vida! Jamás me había elevado tanto del gusto y del placer.

Atrás, en el viejo solar, están los ahumadores y la huerta; y un aparato que el mismo se inventó para lograr los términos más perfectos y concentrar los sabores más discretos.

Carnes y pescados, quesos hechos en casa; duraznos, vegetales y cítricos exóticos; salchichas, chicharrones, cremas, salsas, vinos y hasta costillas wagyú desfilaron sobre mi mesa. Siempre con el humo que condimenta un menú de 7 pasos delicado, colorido y muy sabroso, a un precio justo para disfrutarse la más dulce e inolvidable experiencia! La madre! Esto no lo puedo creer! Perdónenme. Pocas experiencias me han elevado tanto y de esta especial manera. Mi mayor deseo es que ustedes también puedan descubrirla y amarla como la amé yo.

Pregunto ¿por que este restaurante no está entre los mejores del mundo o en la lista de los 50 Best? Espero que pronto lo vengan a ver. Porque si por mi fuera, su buena Michelín en la pared le tendría que exponer!

El Mediterráneo By Andrei

Calle 117 no 6-09

No sé cómo explicar lo que me pasó en este restaurante. Llegué allí por casualidad. Estaba caminando por el barrio (muchos cocineros me vieron explorando, mirando y preguntando por ahí), pero hubo un lugar que atrapó mi mirada y mis sentidos. Parecía la vieja casona de un pescador en alguna isla imaginaria. Crucé la puerta sobre el estanque para descubrir uno de los lugares más emocionantes distintos de por aquí.

A la mesa llegó un revolú de pulpitos apretados al ajillo, firmes, gustosos, brillantes: en pailita de hierro y un curioso plato reventao. Sí, estoy en la casa de un vetusto marinero. Al lado un tartare trufado de res que me cortó la respiración. Recordé por qué me derrito por estas mogollitas de carne cruda cortada a cuchillo. Al rededor el lugar te saca de la fría Bogotá sin pararte de la mesa. De repente estaba navegando de nuevo el mar Tirreno frente a la isla de Capri, cuando el aroma de uno de los caldosos más sorprendentes: su famoso Arroz de Matos con mariscos, me sacó de tan tibia ensoñación. Comí como si no hubiera comido en años: con entrega, con devoción y auténtico antojo. Lo que me pasó en este restaurante, no sé si lo pueda superar.

Chichería Demente

Calle 69 no 15-10

¿LA COSTILLA MÁS GRANDE Y MÁS SUELTICA? Y SU DOSIS DEMENTE DE CHICHA!

Una sorpresa total. Una locura total. Orgullo, alegría y revelación; me paré de la mesa varías veces para aplaudir sus momentos invocados; sus curiosos rincones, platos y recados… y además me dieron chicha en vasijita e’barro sin pena ni agobio; porque eso es lo de ellos: la vasija, la tregua y la memoria. Al fondo el Gaitan de Cacerolo que grita: “que viva la Chicha”, y con esa premisa empieza en Demente la más grande dicha!

El lugar es alucinante. Uno de los más sorprendentes de la vida. Una vieja casona de la Bogotá de ayer llevada a la N potencia. Al centro los humos, los hierros y la madera; desde allí un ejército de cocineros batallan dominando el fuego entre piedras: empanadas, chicharrones, canillas, rabos, filetes y morcillas. Todo se viene con ese profundo aroma a humo: humo como jalea, humo como condimento, humo como la vida misma como si fuera yerba de azotea. Que rico huele el aire por aquí, repetí haciendo caras desde mi entable de por aquí.

Y con cada plato se elevaba más la humareda, porque es tan fija como fija es la experiencia a finca, a monte y a vereda.

¿Qué probé? empanadas negras de manchego y suero, chorizos, mazorquitas fritas y un cazo de chicharrón crocantico. Todo estuvo cada vez mejor. Pero fue cuando llegó la enorme costilla demente que quedé en shock!

Sobre un chocho de La Chamba resudaba el enorme costillón de hueso liberado, carnes suelticas y el anillo del juguito (de la lenta y más lenta cocción), chorreaando por el plato a su alrededor. Una cosa de locos, o de dementes, pa’ darle vigor a la palabra y la ocasión. No recuerdo una costilla más sabrosa ni más vistosa ¡oh, dulce exageración pal comelón! Todo un Macondo culinario.

Y cuando se creía todo dicho sobre la mesa aparecieron con un gordo quebrajo de codillo, oloroso, acaramelado y bien jugoso; con sus buenas trazas de grasita colaginosa pa’ un mordisco perfecto: lo crocante, lo jugoso, lo dulce y lo cremoso… la dicha del Demente, del pirado, del ido en su costal… sí… ya entendí por qué se llama así!

Café Universal

Cl. 65 #4a-76

¿Alguno de ustedes conoce el CAFÉ UNIVERSAL en Bogotá? Díganme la verdad por favor ¿es real o me lo acabo de inventar?

Me bajé del taxi, crucé la puerta de una vieja casona y ya no supe si seguía en la capital o de una inexplicable manera había dado un salto hasta Cartagena: las largas paredes en el patio, el patio al rededor del bar; sobre el bar las palmeras y, sobre ellas, el brillo de un cielo estallado. De verdad, vuelvo a preguntar ¿estoy en Bogotá o estoy en Cartagena? Qué experiencia más volada, más dramática y emocionante!

Cierro los ojos y lo repito en cámara lenta: la comida, la música, las sonrisas; el choque de las copas que iba rompiendo el ambarino aire que corre entre las mesas ¿puede existir algo más delicioso y más perfecto? En serio ¿alguien me lo podría explicar? ¿Alguien conoce el CAFÉ UNIVERSAL?

Malva

Carrera 4a no 66-78

¿Cómo es posible que no lo hubiese conocido antes? Es una de las cocinas más sabrosas, curiosas y sorprendentes del país.

El Chato

Calle 65 #4-76

… por su sofisticado aire, por sus hermosos platos y por la enorme experiencia que allí viví!

He descubierto un restaurante por el que cruzaría el mundo entero ¿por qué?, en sus mesas hallé mi perdición… y no está en Madrid, ni en New York, ni en París… está en Bogotá. Además, me dio gusto descubrir que en precios, tiene una de las cartas más justas y más ajustadas que he visto en este tipo de restaurantes, con sublimes, delicados y elaborados platos que están entre los $26.000 y los $38.000… te da la oportunidad de comer como el más versado comelón.

El salón es hermoso, tenue, romántico; perfecto para enamorar a cualquiera a punta de bocaditos… el lugar al que traería, sin dudarlo un minuto, al amor de mi vida.

De la carta me fui con… casi todo!!! Un montón de platos que me hicieron trenzar la fantasía con la realidad, tan hermosos, tan profundos, tan eternos que se convirtieron en una celebración gastronómica que jamás olvidare y que le contaré a todo el que pueda: “tienes que venir, tienes que comer aquí. No es una simple recomendación de Tulio: es una revelación”.

Así transcurrió mi noche de glotón:
cangrejo con chips de arroz negro sobre puré de aguacate (fresco, curioso, delicioso). Enseguida un lomo ancho en vinagreta de rosas y mayonesa de hierbas (uno de los tartare más jugosos y sabrosos que he probado hasta hoy), y un seviche de pescado con rábanos de Choachí (equilibrado, brillante, ácido y dulzón). Unos minutos más tarde fui sorprendido con un huevo tibio de pato hundido en una suave espuma de trucha ahumada. La yema blandita sobre la cebada tostada y los huevas de trucha, un espectáculo para el paladar y la razón. Antes del final, otra sorpresa más: unos apretados corazones de pollo sobre tajos de papa con suero costeño… y luego la panza de cerdo y el cordero… y luego la milhojas con crema de bananos y helado de maíz pira, y luego el ponqué y la mousse de mambe y un buen ron y un buen café… este restaurante y su cocinero, se robaron mi corazón entero! Tienes que probarlo… EL CHATO es mi nueva revolución.

La Fama Barbecue

Calle 65 Bis no 4-51

¿El CHICHARRÓN más increíble? y la GRAN COSTILLOTA de BOGOTÁ.

Fue IMPRESIONANTE… desde que pasé la puerta fue IMPRESIONANTE… los meseros iban y venían con enormes latones atiborrados de ahumados cortes: costillas, chicharrones, morrillos, briskets y hasta pollos enjutados en salsas, reducciones y chiles. Todo el sitio… todo, era y olía como la más potente fiesta “barbacoa”. Caí de rodillas, o bueno, mi barriga cayó de rodillas. Al fondo, los enormes dragones de hierro dando humo a las carnes, a las papas y mazorcas.

Pedí el CHICHARRÓN (qué predecible soy), para recibir un quinteto de altos cubos carnudos ¿qué digo? recarnudos y sequitos! Afuera, avellana pura, de carnes caramelo y garrita recrocante; adentro, la grasita al dedo, de empellón cremoso, tibio, mantequilludo! Abajo, el comino al suelo, tan rico, tan presente: caldo de res ahumado, especia seca y barbecue colorao! Este chicharrón, sin duda alguna, me la ha volado (y es uno de los mejores que hasta hoy he comido en Bogotá). Sí señor.

Ni había terminado cuando recibí mi bandejón, encima par de costillas pulpitas y brillosas. La una, la St Louis, amarrada a un largo hueso, de una jugosidad inusual. Cosa deliciosa la bendita costillota! La otra, las baby, glaseadas en media luna y con los bordes chicharronudos del justo fuego y del picoso humero: el calor hecho caramelo! Sueltas, suelticas; especiadas, fuertes, picantonas, únicas como únicos son los mordiscos que di en este lugar ¿y las criollitas con suero ahumado y chimichurri? Espera, espera, que ya ni puedo escribir, se me han hecho agua hasta los dedos.

Barricas

Calle 119 no 11d-15

PERO QUÉ COCHINILLO EL DE ESTE RESTAURANTE!!!

Y así me lo trajeron a la mesa: un pequeño cochinillo de piel acaramelada que partieron frente a mis ojos con un plato romo: pas!!! pas!!! 8 golpes secos para 8 gordos trozos que saltaban de los jugos con cada estrepitazo ¿así de brillante, húmedo y quebradizo? Así mismito, 4 kilos del chicharrón más jugoso y crocantico.

Al final lanzaron y quebraron el plato contra el piso como si fuera un augurio: 7 años de pura suerte. Adoro toda esta mística y todo este show al servir la mesa, auténtica tradición de Cándido en Segovia: la piel tostada se quiebra al golpe del plato y la carne ha quedado tan tierna que’l canto del plato la separa. “Hemos rematado la faena”, gritaría el legendario mesonero.

La piel parece vidrio de dulce, es tan delgadita y tan crocante que te levanta de la silla. Luego la deshaces como si fuera confite, caramelo puro la bendita garrita. Hace años no sentía crocantico más frágil, quebradizo y perfecto… que sí, que he comido cochinillos hasta en el restaurante de Cándido a los pies del acueducto de Segovia; pero este en Bogotá, a 8.000 Kilómetros de Castilla y León, no tiene nada que envidiar. Quizás hasta se me antojó mejor.

Ustedes no se imaginan el placer y la antojosa revelación que resultó este chicharronudo y carnudo cochinito: bajo la piel se derretía la más blanca y gustosa carnita; que chorreaba jugo, que resudaba colágeno y grasita y que tenía sabor hasta la más profunda puntica.

Sabe tan bien que da infarto y ganas de ponerse a llorar de la emoción del bocado. Que me traigan más que no puedo parar… y también volé con sus papás, sus callos a la madrileña y un pulpo tatemado a la perfección. Desde ya este cochinillo lo nombró uno de los platos más impresionantes de la capital.

Trattoria de la Plaza

Calle 66 # 22 – 45

Pensé que me había perdido. La invitación se refería a uno de los restaurantes italianos más increíbles… pero el navegador me había traído a una famosa zona de talleres y repuestos de carros (esto como que no es por aquí, pensé). Ya me iba a devolver cuando vi la carpita negra y el anuncio: “Trattoría de la Plaza”… ¿cómo así? ¿un italiano en medio de la revolución?

Subí las empinadas escaleras para sumergirme en otro mundo, uno paralelo quizás: abajo quedaban la rebujada calle y sus afanes, y se abría una antigua bodega convertida en trattoria, con todo y sus aires a albahaca, parmesano, prosciutto y san marzano… arriba una lluvia de cuerdas, al fondo, la cava de vinos más impresionante que he visto en mucho tiempo! Sabroso, relajado!

Pedí el pulpo, la pizza 3 quesos, unos raviolis y una copa de un tinto italiano! Dos sorbos, unas palabras y ya estaba dando cuenta de los firmes y gorditos brazos de un pulpo que había llegado enmarañado sobre puré de papa criolla y chorizo español. Jugoso, delicado, divino!

Enseguida, me perdí en la 3 quesos: un humeante círculo de bordes popochos y maduros preparijos:m. Hundí mis dientes para escuchar el quejido de su abultada masa, el sabor picoso del queso azul, la fresca crema del mozzarella, las rajas diluidas del brie que se chorreaba por mis dedos. Al centro, unos crujientes corazones de alcachofa. Una delicia de pizza! Para morir de la dicha!

Y, para cerrar tan hermosa experiencia, abrí por la mitad uno de los ensalzados raviolis que minutos antes me habían servido! Corté sus apretadas barrigas para encontrarme gustosos jirones del rabo de toro que habían cocinado lentamente en sus jugos… la pasta apretada, casi cruda, en el punto exacto… así como solo la sabe servir un verdadero italiano… por fuera, el suspiro maderoso de una trufa hecha aceite y unos buenos trozos de portobelo, un tomatico y una hoja de romero… qué lugar, qué comida, qué experiencia deliciosa… de nostalgia y profunda reflexión! Un tiramisú, un café…

Sorella

CL 66 Bis #4-71

Me descubrí un italiano delicioso; un lugar que me recordó mis días de pizza, pasta y vino en las montañas de Parma en Italia.

Sus sabores, muy cercanos a los sabores que lograban las hermanas enclaustradas de la Abadía de Santa María de las Nieves en la vieja Langhirano (donde dormí, comí y aprendí), me devolvieron a aquellos días de descubrimiento, aprendizaje y placer absolutos. Siento que es el italiano al que siempre quiero volver en Bogotá!

Y aunque parece elegante y costoso por fuera, en realidad es súper descomplicado, te sientes en casa allí: bonito pero sencillo.

Recorrí la carta entera: berenjenas, pastas frescas con frescos mariscos, antipastos y verduras, pizzas crocanticas con sus buenas manchas de leopardo y sus bordes requeteinflaos, una milhojas de galleta de muerte lenta; buen fuego, buen vino y el recuerdo de una cena que se me hizo espectacular. Que regreso esta semana con mi esposa a Bogotá y seguro la voy a llevar!

Seratta

Autopista Norte 114 – 44, Piso 2

Ya no tienes que salir de Colombia para vivir una experiencia como de estrella Michelín ¿Uno de los restaurantes MÁS ESPECTACULARES del mundo está país?

Sin duda alguna SERATTA es uno de los restaurantes más increíbles del país y del mundo, no me cansaré de decirlo, no me cansaré de recomendarlo, no me cansaré de insistir en que tienen que conocerlo.

No recuerdo haber visto algo así por aquí: ni tan mágico, ni tan único, ni tan romántico y sofisticado a la vez.

Quizás… son las rosas que llueven del cielo y el ejército de viudas (de Clicquot), que marchan por las cenefas del techo; o son las patas de jamón detrás del comedor o los rayones encarados (y descarados), que cubren las ventanas del patio trasero; o es el bar de vinos o el club de whisky, o es el centenar de cervezas y recovecos que te llevan por ahí de su dulcería a su mercado y panadería de otros mundos. Sí, Seratta es tan divertido relatarlo como comerlo.

Al fondo la cocina que ruge como un dragón para darle forma y vida a los platos mediterráneos más finos, más delicados y lujuriosos; intrincados con ingredientes de por aquí (vernáculos diría mi abuelito): costilla y tamarindo; cochinillo y ñame; pato y gulupa; salmón y chontaduro y un arroz caldoso de langosta y mariscos que es la locura.
Seratta es la sorpresa eterna que espero encontrarme cada vez que me siento a una mesa: el lujo, la pasión… un momento, un sabor inolvidable… se nota la mano de un estrella Michelin en sus entrañas ¿por qué será?

M Cocina Árabe

Carrera 7 n 67-39

¿Kibbeh, Falafel y Hummus?
Este ÁRABE me enloqueció en Bogotá!

Mis ojos brincaban por todos lados ¿qué ves? Un espacio espiritual, armonioso, atractivo… moderna visión de las mil y una noches: la vegetación interior, el tenue brillo de sus faroles marroquíes, las lámparas turcas, los grabados Mehndi, el bar artesonado… todo el restaurante, todo, resultó un sutil viaje para mis sentidos.

Tras el mordisco, llegó el primer suspiro: el cremoso puré de Berengenas, el babagannuj, con todo su humo… el aceite, el sésamo… la hermosa visión del carnoso bulbo majado, los pétalos de cebolla, las gotas de limón y el ajo! Un bocado dulce, seductor, divino.

Un respiro y el salón se inundó de los más exóticos aromas, llegaba el espíritu del Medio Oriente batiendo sus 7 velos: canela, menta y yerbabuena; cúrcuma, cardamomo, jengibre y anís… los platos llovían, el banquete del hada Pari Banu se hacía real ante mis ojos: Kibbeh, Hummus, Labneh, Falafel, Tabbulleh y un montón de fragantes mezzes dispuestos por toda la mesa!

Como buen costeño, agarré primero un oscuro zepelín… hundí mis dientes para escuchar el sueltico crujido de su piel de trigo y res… el aire que se abrió tras el mordisco me obligó a absorberlo más profundo: Yerbabuena, cebolla y perejil… y entonces, un chorro de su cálido, jugoso y carnudo corazón llenó mi boca con sus gotas y notas: el ajo, la pimienta, el Baharat! Sí… suspiré bajito! El mejor Kibbeh que recuerde hasta hoy!

Y empezó un sinuoso y continuo Raks Sharki, mis labios convertidos en caderas, giraban, abrazaban, chupaban las mieles de la gloria: el Labneh y su adorable ácido dulzón, las croquetas de garbanzo (sequitas y olorosas), el fresco Tabbulleh, su trigo y perejil; los Dolma rellenos de arroz, sus especiadas boronas, el cremoso e intenso hummus, el arroz con almendras y al final, el adorado Kibbeh crudo, cremoso, fresco, apretado: carne, trigo, almendra, aceite y más yerbabuena! Bendita revelación!

Cantina y Punto

Calle 66 no 4a-33

¿Chalupas, Chipotles y Chiles? Como pa’cerle honor a la Chilanga Banda de Café Tacuba… o por lo menos, así sonaba bajo mis orejas mientras deshuesaba la enorme costilla y su majadero de hierbas: brillante, muy brillante estaba de lo confitada, de lo sueltica y descarada… parecía de fantasía sobre su hueso achatao (es de res), y de fantasía sus jugosos y oscuros aires por las muchas horas batallada, enjutada, liberada: “que huele a Mexico, cabrones”. Perdón, se me salió la maleducada.

Me encantan los platos mexicanos servidos para compartir y para ser armados. Por aquí las carnes, por allí su jardín; buen pico e gallo y guacamole; por allá los chiles y al ladito los nixtamalizados tacos.

Pero este superó cualquier chido pecado: sobre el platón “tronco e hueso encarnao”, unas criollitas, unas verduritas y un potín de sour cream, que la logran apretaita, ácida y deliciosa. Al lado, fuera del plato, un botín de tortillas recién “bombiaditas” por la tortillera (las ves y la hueles tras el vidrio cuando pasas por la entrada). Tal aparición cuando entras al restaurante es pa morirse de la dicha: cómo un cuadro vivo la tortillera en su pecera.

Jalé enormes trozos de la carne tatemada… doblé la elástica tortilla y con ella la empaqué en el tajo, justo donde doblé: lechuguita, cebollita, par de papitas y un pucho del acremao… rápido el mordisco y más tápido el remordisco y… ay carajo, del antojo casi que los dedos me he machucao.

Juepucha chingón que he resultao yo ¿no? tremendo taco el que he armando… sí señores, que en Cantina y Punto “chupe y pachanga” sí que me ha sobrao… qué delicia de sitio por Dios, qué felicidad.

Los Margaritas soñados, el lugar como me gusta: un mexicano ambarino, fiestero y sofisticado. Las cazuelas derretidas, las botanas, los tacos y el guacamole interpretao son para enloquecer y no olvidar. Buena música, bien alentao, rápido pa’todo y sí… oye qué me ha encantao.

Otro imperdible: el taco de sobrebarriga con raita de pepino, chile habanero y hierbabuena… lo tienes que probar. Salud.

Salvaje

Calle 83 # 9-48

¿Te gusta lo EXÓTICO? Prepárate para una de las experiencias más exóticas de por aquí

Una de las cosas que más llamó mi atención fueron el trío de cabezas de una tripleta de rinocerontes dorados sobre la barra de sushi, lo fue porque el rinoceronte es mi animal totémico, me encanta pensar que en mi corazón cargo la fuerza de uno de ellos desde que mi padre me regaló uno de cristal para que cuidara mis sueños… y sí, aun después de viejo me le creo.

Salvaje es un restaurante que baila entre lo pomposo, lo íntimo y lo sofisticado, eso me encantó; es arriesgado, es diferente, es sentarte en el comedor de un mundo que por aquí no tiene muchos referentes, eso lo hace tan encantador.

Su comida es tan pomposa como el lugar. Lo primero con lo que se me fueron los ojos fue con una enorme coliflor que llegó entera dentro de una ahumada campana de cristal. Sostuve la respiración. Bajo el humo que te bordean por la cara aparece la enorme flor blanca en robata cubierta con salsa de ají amarillo y queso feta. No se imaginan la sorprendente combinación… jamás pensé comer coliflor en un lugar como este; pero fue un gusto inesperado. Eso me encanta de un restaurante, que sea capaz de servirme algo que jamás haya visto y que jamás olvidaré ¿tal elegancia para una humilde coliflor? No lo puedo creer.

Luego vino el King Salmon en nigiri y lo retaqué con un Maki perfectamente bien preparado y moldeado: spicy tuna. Es cierto lo que me habían dicho: preparan buen y generoso sushi en Salvaje ¿Y su precio? acorde con mercado y lo ofrecido.

Antes del final (aunque debió ser entrada), me despaché un Dinamita, o un rollito de kanikama envuelto en hojas de soya y bañado en una brillante mantequilla trufada. Me fui por delante antes de llegar a otro increíble momento: el arroz frito con pato asado y aire trufado. No se imaginan, el pequeño bowl, que sirvió pa´dos, era tan sencillo y tan elegante a la vez, que comí sin respirar (como para que persistiera el aliento del fino y profundo hongo y su patico robatao). Una delicia total. Otra combinación que, nuevamente, me sacó suspiros de felicidad.

Humo Negro

Carrera 5 no 56-06

¿Y EL RESTAURANTE SE LLENÓ DE HUMO NEGRO?

Hace rato no me sentaba a la mesa de un restaurante que me conmoviera y me emocionara tanto ¿dónde comen los cocineros más famosos? pregunté al llegar a la ciudad. Entonces me señalaron un pequeño restaurante en la 5a con 56 que se llama Humo Negro y según todo el mundo: “es una cosa espectacular”.

Pedí casi que el menú entero; porque son platos para compartir. Un lujo si te atreves a pensar que su cocinero: Jaime Torregosa viene de varios entables con estrellas Michelín en Järpen y California; y que aplica las más increíbles técnicas del humo y el hierro a un montón de ingredientes de por aquí. Fuego, palo y ventisca para la experiencia más sentida de los últimos tiempos. Aleja estaba “como que yo no lo puedo creer” y de vez en cuando me soltaba un suspirito y un: “que esto es lo mejor por cien”.

Sorpresa tras sorpresa ¿qué más puedo decir? Cada plato mejor que el anterior ¿hasta donde me va a llevar todo esto? Exceso de agitación.

Y empezó la más alucinante fiesta del meloso de cangrejo y del chicharrón que llegaba sobre un fogón indígena con las brasas aún encendidas; y el firme pulpo al hierro, las ostras parrilladas, la truchas desentrochada que desamarraron y volvieron a armar sobre su columna de espinas. Y luego puerros emparrillados, ensalada de plántulas con cerveza, berenjenas, croquetas y una decena de platicos más que me dieron 2, 3, 5 volteretas de la emoción y la sorpresa… y el restaurante se llenó de de todas los brillos del humo negro que Jaime trajo a estas tierras.

Oda

Calle 140 no 11-45

NO PUEDE SER ¿un RESTAURANTE donde puedes JUGAR y COMER como en los MEJORES del MUNDO?

Descortés

Autopista Norte – 114 44

QUÉ DESCORTÉS ESTE RESTAURANTE!

Crucé la puerta de un nuevo restaurante escondido en las calles de la capital y me pegué una experiencia que jamás podré olvidar ¿exótico? el más ¿elegante? el más ¿diferente? el más. No había visto por aquí platos, lujos ni servicios más artísticos y sorprendentes: pulpos dorados, enormes conchas de perla, brillantes pelícanos y tazas de café que parecían cofres de las mil y una noches.

Me habían puesto en la mesa una antigua torre “de la orilla del mar”, donde reposaban los más frescos y jugosos secretos de su cocina. De arriba a abajo una enorme langosta, unos mejillones entre abiertos en queso azul, langostinos y un sexteto de enormes ostras de las costas de California. Brillosas, apretadas, enormes; con ese sabor a mar crudo, a yodo y sal.

Y aunque en la carta también habían costillas, pizzas y melosos; me decanté por la más exótica experiencia, así que continué con un gigante cangrejo y sus largas pinzas de king crab. Gocé como niño chiquito estallándolas con la llave y chupando sus blancas carnes antes de pasar a unas muelitas que estaban escondidas en la bolsa de un plateado y curioso pelícano. Qué platos por Dios. Qué lujo por Dios. Esto es cosa de otro nivel.

¿Y los cócteles? Miren las fotos: calaveras y pequeños krakens; vapores, espumas y sabores del más allá (jajaja! Eso ya fue efecto de la líquida emoción). Y antes de cerrar la fiesta pedí probar el arroz creole en su paila de cobre martillao: pulpo, cerdo, langostinos y chorizo ensurrulaos en un arroz fragante y húmedo! Absolutamente delicioso.

Y la taza de café me llegó en un pequeño cofre lleno de brillantes y mucho oro. De verdad; esto es como sentarse a la mesa de un rey, o al menos así lo sentí yo. Me recordó un poco la experiencia que viví en “The Inn at little Washington” (un 3 estrellas Michelín en la capital de los EEUU). Sorpresa total, locura total. Sí, en Bogotá hay de todo ¿impagable? Pues no, hay platos desde 49mil y hasta donde quieras elevar la billetera.

HAB Café

Carrera 5 no 58-07

Una enorme y bien servida paletilla de cordero que los chefs del Hab Café traen desde su propia finca. Allí crían y cultivan los más delicados y naturales gustos y sabores. Bajo la paletilla, un revolú de pequeños vegetales tiernos y fresquitos; papines y jugos de la cocción. Seguro que sí, de los mejores platos y mas curiosas experiencias que he vivido por aquí. Que estoy antojado de repetir.

La Kasta

Calle 40 no 21-34

¿SE LES INCENDIÓ LA CARNE EN LA MESA Y FRENTE A MÍ? Esto no me había tocado!

Quedé de una pieza cuando llegaron el chef y su asistente. Venían cargando un enorme trozo del más brillante y fino Sirloin.

Pusieron el corte, sacaron un cucharón y dejaron caer un chorrito de algún menjurge (que supuse sería brandy), para verla convulsionar con una llamarada que llegó hasta el techo ¿y ahora por dónde salgo yo?

Me estaban sirviendo su aclamado Sirloin Flameado de 800 gramos y brillos de alcohol; rodeado además por un revolú de pequeños platos: papa chorriada, patacón, ensalada, guacamole, piña asada, arepas santandereanas y ají tatemado.

Sonreí de la emoción y de lo emocionado. Ver la carne resudar en su propia grasita mientras se hacía caramelo fue un espectáculo que nunca voy a olvidar. El término perfecto, la jugosidad inmediata, el aroma de su corteza haciéndose chicharrón… ¿pero qué es esto por Dios? ¿De dónde salió este restaurante y de dónde salió este cocinero?

Y luego el gustico, y luego el suspiro, y luego la agitación… al final la alegría de haber encontrado uno de los mejores asadores de por aquí, con una mística y un servicio ritual que parece gloria de nunca acabar: que sí, que uno de los grandes secretos de la capital está escondido en una calle del bario La Soledad.

Y eso que no empecé por el principio para hablar del chicharrón de pirarucú, sin duda uno de los mejores platos que he comido por aquí: 6 apretados rollitos del enorme rey del Amazonas, firmes y gorditos de la frescura y con un sabor que es una aventura al hundirlos en mi salsa Amazon de Mango que le da ese toque a selva y a río que no hay cómo explicar: picosito, dulce y acidito; que no se diga más, que mañana voy a volver.

Que sí y lo repito: que uno de los grandes secretos de la capital está escondido en una calle del bario La Soledad.

Minimal

Transversal 4bis no 56a-52

Me habían hablado mucho de Mínimal, de su chef, de su cocina; que de lejos era una de las mejores experiencias de la capital. Había reservado 3 veces y 3 veces me había tocado cancelar. Aún así y después de tanta algarabía se me fue volviendo obsesión, sí o sí tenía que sentarme a su mesa y pegarme mi buena celebración.

Y se llegó el día. Iba con cierta cosita en el pecho de la purita emoción. Subí las vetustas escaleras que han guardado historias desde los años 30 hasta alcanzar el estriado patio y sus mesitas secretas. Me sentí como en la casa de la abuela porque al fondo del pasillo, una pequeña ventana que da a la cocina, silbaba los más afectuosos olores y uno que otro pitazo de las atómicas y sus altos pitadores. Dentro, 3 cocineras puyaban con sus yerbas de azotea sus platos de mil colores.

Crucé la puerta y me volví a perder en otro de mis Macondos culinarios. Que sí, que está en la capital y que es real… y entonces PUM!!! llegó la Vicheriña (o la Caipiriña trepada con Viche), dos sorbitos, un suspiro de alivio y mi cabeza se alzó al viaje más esperado de los últimos días.

Abrí el menú para encontrarme una parranda de curiosos platos llegados de los rincones más sabrosos del país: primero unas papas nativas con suero costeño y boronitas de chicharrón y luego sus dulces y muy mentados buñuelos de madurito bien madurito, rellenos de jaiba guisada en leche de coco y curry. No se imaginan, mordí sin respirar, paralizado del gusto y la emoción.

Un respiro y fuí entrándole a la cazuela de raya ahumada en leche de coco y sofrito de pancoger con su buen arroz de coco. Absurda, tierna, muy gustosa y recarnuda. Ni me he levantado de la mesa y ya quiero regresar: me faltó el morrillo con tucupí y las albóndigas de cordero que pronto me han de esperar.

Me voy feliz, con la misión de contarle a todos sobre este lugar y sus bosques andinos, sobre sus desiertos, páramos, valles y montañas y aquel mar de dónde Eduardo Martínez ha recolectado las más increíbles recetas, técnicas e ingredientes: el país entero como despensa infinita para sus calderos.

Casa Lėlytė

Calle 64 no 3a – 29

Es Vegetariano y es el MEJOR plato de la ciudad.

No resulta fácil explicar: por favor Tulio, es comida, y hablas sobre comida todo el día ¿como una comida te puede sobrepasar de esta manera? No lo se, no tengo explicación.

Fue como lo del crítico de Ratatouille ¿lo recuerdas? Un bocado y su pasado lo traspasó, lo llevó a sus mejores recuerdos: su madre, la mía, cortando largos trozos de sandía que ella adoraba y yo rechazaba (no me gustaba la sandía); pero anoche me la sirvieron como principal, la devore, la goce, la sentí como nunca la había sentido. Una cocinera fue capaz de juntar a mi madre y su recuerdo en una misma cucharada.

Tira de Sandía a la leña rellena con ricotta de almendras, ajo, reducción de vino tinto y pesto de cilantro. Corté la carnosa y pulpita tira con su saborcito a humo (que mas parecía un atún maguro), y lo rempate en el queso y en el vino. Probé y los ojos se me inyectaron, me entraron ganas de llorar: un plato delicioso, sin duda alguna, uno de los mejores, uno de los mas curiosos que he probado en mi extensa carrera de comelón; si me lo hubiesen servido en Alinea en Chicago, habría dicho: “solo el gran Grant Achatz es capaz de tal genialidad”, con vergüenza lo confieso; pero me lo había servido una jovencita en Bogotá.

La mire tratando de descifrarla, con tal profundidad y devoción que la hice sonrojar: “estoy seguro que vienes del futuro, nadie puede transformar y elevar los ingredientes de esta manera”, lo pensé, no lo dije, y termine el último bocadito como si fuera el último de verdad. Ella sonrió: “sí, creo que vengo del futuro” y se fue a la cocina por el siguiente plato ¿Como lo supo? Ay Dios.

Antes había probado sus carimañolas de yuca y arracacha rellenas de queso Paipa con su salsa de tomates y cardamomo, y su pan recién hechecito, y su burger de garbanzo ahumado en leña. Al final, su cheesecake de cubios. Cada mordisco me dolió en las entrañas: me dolió de gusto, de emoción y agitación.

En este pequeño y pijo lugar de Bogotá está la respuesta y el bocado eterno.

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Esta entrada tiene 93 comentarios

  1. Deicy

    Tulio en todos los restaurantes de la lista ofrecen las hamburguesas para participar en la calificación?

  2. Jorge Jaramillo

    Hola Tulio

    Aunque esta columna es de hace un tiempo, creo que es el mejor lugar para dejarte mis recomendaciones sobre restaurantes en Bogotá:

    Dhaba Indian Cuisine, muy auténtico y la comida es excelente Calle 33A # 19-17, Tel. 6691167
    Giordanelli, entre los mejores restaurantes Italianos de Bogotá, tienen un plato muy similar a uno que mencionaste recientemente en una de tus columnas, que es un plato de spaguetti que viene con una decoración comestible de hojaldre por encima. Cl. 116 #15B – 17, Tel. 5206049
    Santa Costilla, su nombre lo dice todo, Cra. 6a #119B-68/78, Tel. 2146778
    Burger Kill, Excelentes hamburguesas y panes, Carrera 14 No. 85-19

    1. tuliorecomienda

      Gracias Jorge. Súper este recorrido. Espero pronto hacerlo. Gracias por tu ayuda.