
Qué pesar ¿será que para ser creíble debo dar palo a diestra y siniestra?
Palo el que me siguen dando a mí por cuenta de mi negativa a escribir sobre los restaurantes en los que no me ha ido tan bien. Me niego a ser así. Mi decisión, desde la primera recomendación fue compartir y comunicar las buenas experiencias y omitir las no tan buenas ¿La razón? No existe nada más subjetivo y democrático que el gusto personal: El gusto es la razón y la última verdad.
No soy un crítico, soy un contador de experiencias culinarias. Semanalmente visito 8 a 10 restaurantes y escribo únicamente sobre 2 o 3 (a veces sobre ninguno), los otros simplemente los omito. Lo cual no quiere decir que sean malos, simplemente no me convencieron en ese momento. Suelo regresar a ellos un par de veces más: algunos de mis restaurantes favoritos no me gustaron la primera vez.
Pero hay quienes afirman que soy poco creíble porque “solo hablo bien”. Suponen entonces “o que todo me gusta, o que me pagan para que todo me guste”. Exigen que comparta las malas experiencias para ver si estoy diciendo verdad.
No lo voy a hacer, no tengo nada que demostrar. Sé que el palo funciona y que los críticos que “pullan” con sus palabras son los más seguidos, leídos y respetados. Me niego a ser así. Prefiero que no me lea nadie antes de pisotear a los demás para ganar seguidores o para saciar la sed de tragedia de mis detractores. Ese no soy yo. Esta comunidad está fundamentada en la democracia, el respeto y la bondad culinaria.
No importa si un restaurante es bueno o no tan bueno; en todos hay inversiones, esperanzas y seres humanos que luchan, se entregan y creen en sus sueños ¿Quién soy yo para desconocer esto y criticar? ¿Quién se cree omnipotente para despellejar a un restaurante basado en sus gustos personales, sentimientos o creencias técnicas? ¿Quién es dueño de la última verdad?
Creo poco en la crítica y menos en la crítica pública. Con ella no se siembra nada, no se enseña nada ni se cambia nada. Lo único que se logra es ahondar en problemáticas, odios y diferencias. Con ella se consigue aburrir y ahuyentar a los que quieren aprender, crecer y trabajar. Con ella se infecta la vida.
Así que de mi boca y de mi pluma solo saldrán bellas palabras para quienes las merezcan, de igual forma que jamás me escucharán manchar, criticar o pisotear el nombre de nadie. Ese no soy yo, ni nunca lo seré. La crítica sin consideración también es violencia.
“La cocina es un espacio de paz, y por ende, no hay lugar en ella para la guerra”. Esto pienso yo.