Sí… te quiero… te quiero entera…

Ahora que veo cómo me miras en estas fotos, lo entiendo: tu amor me hizo posible… tu AMOR me hizo ETERNO…

¿Quién sería hoy sin ti?
Me arrancaste del desastre,
y con tus manitos, tus labios y saliva
limpiaste mis heridas.

Aún recuerdo aquellos días…
tu olor divino, tu tacto de cristal…
tus delicados dedos, seguros, inquietos…
ibas recomponiendo mis plumas,
ajustándolas para que yo volviera a volar.

Te miraba chiquitico, agradecido, con los ojos llenos de lágrimas…
¿por qué me querías salvar?

Cada mañana estirabas mis alas con dulzura:
hacia afuera, hacia abajo, hacia arriba…
las calentabas, las hinchabas, las movías.
(aunque yo sabía que nunca más volaría).

Pero tu soplaste sobre mi…
tu dulce aliento, tu tibio aliento…
querías que no me olvidara del sol, de las montañas ni el viento… querías que estuviera listo para cuando llegara el día, la hora, el momento…
Creíste en mi, cuando yo creí que mi futuro estaba muerto.

Con tus besitos derretiste todo dolor y resentimiento,
purgaste mi ira, secaste mi veneno…
convertiste en canto mis quejas y lamentos,
me echaste fuera de mi, una y otra vez,
hasta que aprendí a ganar mis batallas desde adentro.

Te miraba nuevamente chiquitico, agradecido, con los ojos llenos de lágrimas… ¿por qué me querías salvar?

Yo estaba seguro que nunca me volvería a levantar…
pero tu no cediste, no me soltaste, jamás flaqueaste…
me protegiste de mi propia soledad, de mi vacío y mi silencio.
Sabías que al final lo entendería…
Con amor, con entrega, con aguante, con sosiego, con fe y con un dedal, mis alas te pusiste a remendar…

Ayer te paraste al centro del cuarto,
con las manos mirando hacia el cielo,
sosteniéndome en el aire (yo en medio),
rompiendo con tu sonrisa mis muros, mis tonterías y mis miedos… “anda a volar, que yo te creo…”

Y fueron los hilos de tu amor los que me jalaron hacia arriba… miré tus manitas aguantándome…
miré tus ojitos animándome,
sentí tus labios soplando bajo mis plumas, calentándome el aire;
ay amor… me agarré de tu fe, le clavé las uñas, la empuñe con todas mis fuerzas, la apreté para que no me fuera a soltar…
ay amor… no me quedaba nada más en esta vida, solo la fe que siempre has tenido en mi… abrí mis alas y me eché a volar.

Sí… te quiero… te quiero entera…
porque para mí no hay mujer más bella sobre la tierra… ¿quién sería hoy sin ti?

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Esta entrada tiene un comentario

  1. isabel cristina cardona cardona

    Hermosas palabras, q rico encontrar un amor asi