Díganme si no es odioso, triste y fastidioso el bendito cuento de las exclusividades en los restaurantes!

¿Quieres una gaseosa? tienen otra, ¿la cerveza?, la misma de siempre… el agua es cara y el vino peor… ¿y entonces para los fríjoles? “jugo de Maracuyá”… tocó… qué duro maridaje!

Alguna vez lo escribí sobre el vino y los importadores; pero es todavía peor con las gaseosas, las aguas y cervezas… la bendita y odiosa respuesta: “aquí sólo servimos productos de: TAL MARCA”, debería darles vergüenza…

¿Molesto? ¿o soy yo el único molesto con esta situación? ¿Cómo es posible que el restaurante, por unas neveras, unas mesas, un aviso o algunos extras, sacrifique las preferencias de sus comensales? Se esfuerzan por servir lo mejor, por crear y meterle pasión… luchan por cocinar con hermosos ingredientes, por ser conscientes y esmerados; pero al final “pelan el cobre” con las bebidas… como si ese punto no importara, como si el gusto de sus clientes se pudiese vender al mejor postor: ¿Eso creen? ¿Cualquier vaina está bien para el comensal? ¿Se les olvida acaso que la bebida es gran parte de la experiencia final?

Yo mismo no he vuelto a muchos restaurantes donde sé son exclusivos de un solo distribuidor de vinos, de cervezas o gaseosas. Me parece terrible que las puertas no estén abiertas para todos y, en especial, para tanto producto bueno qué hay en el mercado. Qué tristeza que muchas birras artesanales, vinos de otros mundos, bebidas exóticas y nuevos te’s, la tengan tan difícil y no puedan ver la luz porque no hay cómo superar las malas costumbres con las que algunas industrias han contaminado el bolsillo y el corazón de la mayoría de restaurantes.

¿Qué vaina, ah? Y por lo que veo son pocos los que se salvan de esta cantaleta mía!!! ¿Será que allá afuera hay algún valiente que no baile al ritmo que le tocan?