Maridaje ¿Qué es, qué significa?

Es que pareciera que gracias al mundo del vino, vamos a tener que empezar a aprender un lenguaje diferente. Uno al que alguna vez, jocosamente le puse nombre y slogan: “Sommeliers Parla, el inalcanzable idioma de los vinólogos”

¿MARIDAJE? Esta palabrita llegó a mi vocabulario apenas un par de años atrás. Desde el primer momento me encantó, así que la adopté inmediatamente para ampliar un poco más mi incipiente vocabulario vitivinícola, con el cual me estaba dando ínfulas y consiguiendo ciertos resultados: Me veía bien, o al menos eso creía yo. Desde que me enamoré de estas 8 letras, adoraba ser corregido para disparar con todo mi arsenal y pretender que sabía algo que los demás no. Típica mala costumbre de algunos que nos acercamos a este mundo del vino. “¿Maridar?, no Tulio, así no se dice. La palabra es Marinar”, a lo que yo respondía con cierto aire de sapiencia: No mi querido amigo, eso significa colocar un alimento a remojar dentro de un medio líquido con una serie de especias, para que adopte los sabores de la mezcla y se ablande. Uff, qué bofetada, con sacada de pecho y todo. Y continuaba, como sintiéndome de otro nivel: Perdona, dije MA-RI-DAR, lo cual se refiere a la más grande y espiritual de las experiencias humanas, el perfecto equilibrio entre una buena comida y el vino como la salsa suprema de la misma. Cero y van dos, me sentía un ganador. Claro, “el que no conoce a Dios, cuando lo ve se asusta”, y eso era lo que me pasaba a mí. Por ignorante y crecido, me había hecho el de oídos sordos y no me había dado cuenta que en nuestra jerga cotidiana también teníamos una palabra para dicha experiencia, y que esta ciencia, la de la perfecta combinación, presuntamente reservada para aquellos humanos de delicada sensibilidad, ya era conocida por nuestros abuelos y los abuelos de estos, llegando incluso a los primeros homínidos. La palabra es: Casar, si, así como el casao de leche y arequipe, o el de mazamorra y bocadillo, o el de aguapanela con queso.

Todos sabemos instintivamente qué va bien con qué. ¿Cómo no me había dado cuenta? Casar, maridar, es la misma cosa; casamiento, matrimonio, repito, es la misma vaina y con esto, además de otros muchos desinfles, dejé la bobada y empecé a pensar y a escribir lo que ustedes han leído durante los últimos años: Con el vino hay que apartarse de la tontería y disfrutarlo por el simple placer de hacerlo.

Todos maridamos a diario, y la experiencia no se refiere solo al vino: Hamburgesa con Coca Cola o pizza con cerveza, eso es maridaje; quizás con jugo de zapote no sabrían igual, aunque entre gustos no hay disgustos. La verdad es que las antiguas reglas de combinaciones ideales, aquellas que rezaban que a las carnes blancas vinos blancos, o a las rojas, tintos, hoy están replanteadas y abogan por el gusto y la libertad. Aunque yo les encuentro mucha lógica y razón. Incluso, mientras escribo este artículo, marido mis palabras con una copa de Ironstone Syrah, mágico, poderoso. De fondo, un tema de Adele para complementar un perfecto maridaje de sensaciones. El asunto es, que cada uno de nosotros, de una u otra forma, ya es especialista en este arte, así que, para crecer en el, solo hay que ser consciente de lo que se come y lo que se toma para descubrir, tras cada bocado, la verdadera felicidad.

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Esta entrada tiene un comentario

  1. Rocio Ochoa

    Estamos de acuerdo